La historia de esta foto es bastante sencilla. Me
dirigía de vuelta a casa cuando, por el rabillo del ojo, apareció el monte
Serantes perfilado por un halo púrpura. En un arrebato de
espontaneidad, poco frecuente en mi, al llegar a la rotonda dejé atrás mi
salida y puse rumbo al atardecer. Mientras me acercaba, en mi cabeza daban
vuelta posibles encuadres y parámetros para la toma. Cuando por fin conseguí
aparcar solo quedaba un atisbo de lo que había visto. Aun así tuve tiempo para
un par de fotos antes que la noche lo cubriera todo.
Lo curioso del caso es que
cada vez que miro la fotografía, veo la imagen que apareció mientras conducía y
no la que quedó grabada en el sensor de la cámara.